miércoles, 25 de mayo de 2016

Casa de Luis Peña, Arqto. Miguel Eyquem Astorga (1980)








Del cielo abovedado a la columna exenta.

En todos los artículos que refieren a la casa Peña se enfatiza el cielo abovedado de hormigón desde los distintos afluentes que lo concibe el arquitecto M. Eyquem –como resumidero del sistema estructural de pórticos utilizado, o como el elemento que permite la apropiación del paisaje lejano en tanto que sucesión de profundidades desplegadas al igual que los cordones montañosos en una suerte de horizonte interior-, y así lo postulo por ser todos ellos textos de su autoría, a excepción de la publicación de David Mackay[1]. Mas en el plano de la representación gráfica, integrado por croquis, planimetría e isométricas explotadas del arquitecto, además de plantas de las que no se declara su procedencia, y fotografías, es el suelo el que aparece descrito con presición e insistencia, quedando el cielo con un carácter, más bien, de lirismo retórico inabarcable. Así, queda patente por reiteración esta dicotomía entre texto escrito y texto visual, ambos a cargo de discursos distintos. El único testimonio visual de la incidencia del cielo en el suelo son las secciones de las columnas de los pórticos, quizás por el evidente hecho de ser los elementos que unen ambas superficies. Sin embargo, resulta complejo intentar entrever el fundamento de las bóvedas en el suelo en su condición física y situacional. Es aquí donde hago una primera detención aproblemada ante la obra: el suelo, ¿da cuenta del cielo abovedado –en tanto que elemento mensural- y de las relaciones que posibilita? Y si nos apoyamos en el supuesto de que ello sí ocurre y que lo hace desde el reducto más básico de su vínculo, las columnas, ¿cómo es que acontece desde ellas?
Es en la experiencia de la obra donde me propuse avizorar qué tan dialéctico es este diálogo, y si es que realmente ocurre como tal. La hipótesis en la que he fundado mi levantamiento versa de la columna exenta como punto de tensión entre los planos de suelo y cielo, que en el acto de hacerse presente manifiesta la unidad de la que hacen parte. Sólo me queda superar lo anecdótico y verificar qué pasa con ellas y cómo acaece.

(1) Isométrica de la obra obtenida en: Eyquem, Miguel; "Abstracción del espacio discontinuo", en: Rev. CA, Nº 51, 1988, pp. 54.




(2) Levantamiento en terreno de la obra a base de huincha de medir y relaciones proporcionales en altura. Hecho con lápiz grafito y delineado con tinta para su mejor visualización.




La columna exenta en el recinto detenido.

Preciso la columna exenta como toda aquella que no se encuentra adosada al perímetro de cierro del volumen general. En su definición no sólo interviene la acepción de la adjetivación, sino también, la información publicada de la obra, donde siempre que aparecen las columnas dibujadas más allá de su sección en planta, son algunas las representadas y coinciden con esta condición de aislamiento. A partir de este doble afluente podemos hacer una distinción básica: las hay exteriores e interiores. Las exteriores en su mayoría hacen parte del corredor porticado por el norte, quedando dos al surponiente para formalizar el pórtico de acceso a la cocina-comedor. Ambos recintos se enfrentan desde los ángulos truncados del cuadrado que es la planta, al entorno en una lateralidad en la forma y el recorrido, construyendo el borde que precede a las laderas descendentes del cerro en el que se emplazan, una suerte de umbral habitable entre el paisaje lejano de planos superpuestos y el cerro inmediato en su masa espacial y material. El paisaje se habita desde el escorzo y las columnas en su vertical determinan el ritmo del acto de habitarlo en su apropiación visual, siempre en la brevedad de la detención durante el recorrido de los largos. La columna da lugar a la detención por subdivisión mensural de la exposición y es en esta aislación que se hace única y notable. No sólo hay acotación de la extensión por los planos que emergen de la horizontal, suelo y cielo, sino que también por los elementos que densifican los frentes verticales.
En cuanto a las columnas interiores, todas ellas se hayan adosadas a la galería diagonal en rampa y, casualmente, 3 –de 4- siguen al muro que la apoya. Aquí sucede lo mismo que en los pórticos exteriores: formalizan una longitud que hace frente a los recintos o situaciones contiguas en detenciones transversales.
Ahora vemos con nitidez que en la representación isométrica de la casa está la necesidad de dibujar la columna para constituir a partir de los elementos básicos el recinto que hacen parte. Es la exenta la que tiene la propiedad de conformar.



[1] Mackay, David; La Casa Unifamiliar, Ed. GG, Barcelona, 1984, pp.58-59.

No hay comentarios:

Publicar un comentario